Somos hijas de la más sublime de las naturalezas que puede existir. En nuestro corazón habitan dulces sentimientos, palpita la nobleza y hay un inmenso faro que le regala luminosidad a este mundo que a veces se queda en la penumbra.
Las mujeres somos inmensamente importantes, pero a veces no lo reconocemos y tristemente no nos damos ni por enteradas. Todo ello porque sencillamente no nos hemos regalado un minuto de nuestro tiempo para saber
“¿Quién soy yo?”
Somos unas extrañas para nuestro propio sentir, hemos olvidado lo que es responder con seguridad ante una pregunta tan sencilla como “¿qué te gusta hacer?” Nos sentimos raras y al mirarnos al espejo no sabemos de quién es ese reflejo que se filtra ante nuestra mirada. Es entonces cuando llega el momento de las preguntas: ¿cómo es que nos permitimos vivir en ignorancia sobre nosotras mismas? ¿Cómo podemos amar a quien no conocemos? ¿Cómo vamos a amarnos si no sabemos quiénes somos?
Una persona drogadicta no puede sanarse sino reconoce que es drogadicta.
No podemos cruzar un caudaloso y enfurecido río si no tomamos el puente. Tampoco podemos tener autoestima si no nos conocemos y nos aceptamos. ¡Conócete, acéptate! y luego, ¡ámate!
¿Qué no es ése el orden de una buena relación de pareja? ¿Qué tal si hoy empiezas por enamorarte de ti misma? Debemos iniciar por el lado correcto: amarnos a nosotras mismas es el primer paso hacia la plenitud, ¿acaso crees que hay otra manera de ser felices?
© Autor: Lluvia.
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